El Estrecho de Ormuz ha vuelto al centro del debate internacional, no solo por su relevancia geoestratégica, sino también por ser una pieza vital en el engranaje energético global.
Este angosto paso marítimo no es solo una vía de tránsito, sino una especie de válvula de presión que Irán sabe usar con habilidad en momentos de crisis. Aunque los recientes ataques entre Irán, Estados Unidos e Israel encendieron las alarmas, el flujo energético por el Estrecho de Ormuz no se ha detenido.
De hecho, la situación se estabilizó rápidamente, reforzando la idea de que este punto estratégico no puede ser bloqueado sin generar consecuencias también para quienes lo amenazan.
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¿Qué es el Estrecho de Ormuz?
Se trata de un canal natural de apenas 33 kilómetros en su punto más estrecho, que conecta el Golfo Pérsico con el mar Arábigo. Delimita con Irán al norte y Omán al sur.
A través de él, circula alrededor del 20% del petróleo mundial y más del 25% del gas natural licuado (GNL), lo que lo convierte en una arteria esencial para la economía global. Países como Arabia Saudí, Irak, Kuwait, Qatar y Emiratos Árabes Unidos dependen completamente de esta vía para exportar su producción energética.
Irán y el dilema de cerrar el paso
Una de las amenazas más frecuentes por parte de Irán ante sanciones internacionales ha sido el posible cierre del Estrecho de Ormuz. Sin embargo, en términos prácticos, esto representaría un daño autoinfligido.
Irán exporta entre 1,6 y 1,8 millones de barriles de crudo al día, y cerca del 90% de ese petróleo va a China. Interrumpir esa salida significaría golpear su principal fuente de ingresos.
“Cerrar el estrecho sería pegarse un tiro en el pie”, como aseguran algunos analistas. Por eso, aunque la amenaza aparece como parte del discurso político, rara vez se concreta.
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El impacto limitado en los mercados energéticos
Cuando Israel atacó territorio iraní en junio, el mercado petrolero reaccionó, pero de forma contenida. El precio del barril subió ligeramente de 69 a 77 dólares, para luego estabilizarse e incluso bajar a menos de 67.
Este breve repunte mostró que los mercados ya no reaccionan con pánico ante las tensiones en la región. Además, países como España y otros miembros de la Unión Europea han diversificado sus proveedores, reduciendo su dependencia del Estrecho de Ormuz.
Fuentes de la Unión de Operadores Independientes de Petróleo (UPI) aseguran que las reservas estratégicas permiten cubrir más de 90 días de consumo, lo que otorga un margen importante frente a cualquier interrupción.
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La respuesta internacional y las reservas energéticas
Organismos como la Agencia Internacional de la Energía (AIE) han reforzado sus mecanismos de vigilancia. Ante cualquier señal de bloqueo o disrupción en el Estrecho de Ormuz, se activarían protocolos de emergencia y uso de reservas.
A esto se suma la capacidad ociosa de la OPEP, que ha empezado a liberar más petróleo al mercado para estabilizar los precios. Mientras tanto, Estados Unidos sigue aumentando su presencia militar en la región, no tanto por una crisis inminente, sino como medida de disuasión.
El papel silencioso pero decisivo de Ormuz
Más allá del bullicio mediático y político, el Estrecho de Ormuz sigue cumpliendo su papel como columna vertebral del comercio energético. Su importancia no solo radica en la cantidad de petróleo que por allí transita, sino también en el poder simbólico que representa para Irán.
Usarlo como ficha de presión geopolítica le permite a Teherán mantenerse en la conversación global, incluso cuando las sanciones internacionales le aíslan.


